SÁBADO, 2 DE JUNIO DE 2012
¿TRABAJO SOCIAL CRÍTICO Y REFLEXIVO
VERSUS TRABAJO SOCIAL ASISTENCIAL Y DE CONTENCIÓN DE LA POBLACIÓN?
El campo de intervención de los
trabajadores sociales desde los inicios de la profesión ha estado relacionado
con la denominada “cuestión social”, construyendo buena parte de su
especificidad en la intermediación entre recursos y necesidades y representando
en muchas ocasiones la figura del “ordenador social”; ejerciendo el control
social a través de sus intervenciones profesionales, funcionales a un sistema
que se las fue asignando para sostener el status-quo de quienes detentan el
poder político y económico.
Cuando la “globalización”, que
tiene un fuerte impacto sobre los Estados-Nación, imprime una nueva lógica
económica y social el Estado presenta un nuevo rol que es el marco desde donde
surgen y se sustentan los nuevos estilos de control social.
Esto genera una crisis que trae
consigo una fragmentación en todos los órdenes provocando el desarrollo de un
nuevo modelo sustentado en la ruptura del Estado Social que hasta entonces se
hallaba basado en el trabajo como eje central resultando estructurador de
inclusión y conformando una red de protección social.
La “inclusión” ya no está marcada
por la identidad que otorga ser un “trabajador” sino por la que otorga ser un
“consumidor”.
Quien no está dentro de esta
nueva lógica no se halla incluido en el sistema y no sólo se transforma en un
“excluido” sino que deja también de ser ciudadano, y por ende deja de tener
derechos.
Surgen como solución a esta
crisis las políticas focalizadas. Cada sujeto deberá, entonces, adecuarse a las exigencias del sistema para
poder al menos estar incluido en el reparto de los pocos recursos, hecho que lo
transformará en un mero receptor de lo que el Estado u otras instituciones le
quieren dar.
Estas políticas focalizadas,
basadas en la asistencia selectiva y la fragmentación social, intentan cubrir
lo que desnuda la exclusión, lo que atentaría contra la nueva relación
capital-trabajo. Su finalidad es tapar lo que no debe ser visto y por ende
esconden subyacente en ellas un control social, Las políticas sociales pierden de
este modo su carácter universal e integrador.
En este marco quien aparece como
ejecutor de estas políticas focalizadas y selector de los destinatarios de los
recursos (población meta) es el Trabajador social quien, conciente o
inconscientemente, se mimetiza con el sistema viéndose imposibilitado entonces
de tener una mirada reflexiva y critica sobre la realidad social, el mandato de
las instituciones y sus propias intervenciones.
En esta crisis social, crisis de
las instituciones, de representatividad, etc., el Trabajo Social es la
profesión elegida para vehiculizar el control social confirmando su rol de
“controlador”, de “seleccionador” y de intermediario entre recursos y
necesidades.
Cabe aquí, entonces, preguntarnos
¿es esta la función que creemos le compete hoy al Trabajador Social? ¿o creemos
que debemos modificar esta función de control adoptando la de promover
ciudadanía?
Si la respuesta a esta ultima
pregunta es afirmativa (y creería que así lo será) nuestra obligación es la de
romper el mandato histórico de la profesión y construir un mandato nuevo, que
guíe nuestro accionar y el de los futuros colegas..
Los trabajadores sociales debemos
resistir al papel de controladores y planificadores de la asignación de recursos
o intermediarios entre bienes escasos y necesidades insatisfechas,
intervenciones que confirman la miseria y la exclusión desde la condición de
excluidos de los sujetos.
Las respuestas de la profesión deben
ser actuales y adaptadas a la nueva coyuntura lo que implica que
deben transformarse. Existen distintos obstáculos para ello, pudiendo citar,
además de los condicionantes externos e internos a la profesión, como muy
importante el no posicionamiento político de los trabajadores sociales.
Surge aquí una frase de Eduardo
Galeano que creo grafica lo que quiero expresar: “la objetividad la inventaron
los que no quieren comprometerse con el dolor humano”.
No resulta fácil plantear y
pensar en la necesidad de un posicionamiento ético-político de la profesión en
la coyuntura actual. Todos los trabajadores sociales afirmamos que la relación
entre Trabajo Social y política existe pero no sabemos a ciencia cierta cómo
desempeñar la competencia política en la profesión y aquí, más allá de nuestros
errores y aciertos en este tema, debemos también atribuir parte de la
responsabilidad de ello a la formación académica que se brinda en los centros
de estudios.
Existe una relación histórica
entre Trabajo Social y política que es ratificada en más de un
escrito por Ander Egg, Malacalza, Netto. La profesión posee una dimensión y
competencia política, requiere de un compromiso político del TS a partir del
enfoque de los derechos humanos (equidad, justicia, etc.).
La profesión cumple un papel
político y el Trabajador social ejerce un rol político; sus acciones se basan
en ese rol que se legitima en un marco ético-político. Cada TS ejerce su
profesión adoptando diferentes modalidades de intervención de acuerdo a su
posicionamiento político-ideológico. El ejercicio de este rol político
(que llevamos adelante todos los TS) se legitima a través de un posicionamiento ético-político, de
la participación activa, del compromiso social. Sin ello la práctica social
está vaciada de contenido lo que influye negativamente en los sectores con los
que se trabaja. Debemos dejar de describir lo social para comenzar a
interpretarlo. Ander Egg expresa que de lo contrario la “práctica es incolora, inodora e insípida”.
Debemos promover otras miradas
profesionales: en nosotros y los otros. Articular nuevas relaciones
sociales y espacios de construcción social.
El ejercicio de la práctica debe
apuntar a la construcción de ciudadanía, ser agente de cambio en los niveles
micro y macro, tender a la igualdad de posibilidades, equidad social y promoción
del ser humano.
Es fundamental comenzar a ejercer
una actitud crítica y de interpelación sobre las representaciones sociales
dominantes, también revisar nuestras propias representaciones en el ejercicio
de la profesión. Utilizar el poder que otorga la comunicación cotidiana y
nuestro contacto cara a cara con cada persona para trabajar en cada
intervención sobre el empoderamiento de los sujetos. Utilizar el poder -en
tanto actores ético-políticos- para el cambio desde los mismos sujetos y desde
nosotros.
Es nuestro deber como
profesionales recuperar a los sujetos con los que interactuamos en la práctica
social desde otro espacio, reinstalar acciones de participación y protagonismo,
apuntar a la recuperación de los lazos sociales y en este camino debemos valorar
los movimientos sociales porque apuntan a generar nueva concepción del poder,
con contenidos más cotidianos, culturales y locales. Tomar la cultura
–expresión del pueblo que construye su vida cotidiana- como eje conceptual, lo
que implica renovar viejos conceptos de la intervención profesional.
Una resignificación de los hechos
sociales desde la percepción comunitaria, una nueva visión de la práctica
profesional como atravesada por las prácticas populares. Desde esta perspectiva
la práctica interdisciplinaria incluye incorporar actores surgidos de estas
prácticas populares.
El objeto de nuestra acción no
son tanto las necesidades sociales sino fortalecer los sectores populares para
“empoderarlos” (ej. Organizaciones sociales solidarias: jardines maternales,
comedores, madres cuidadoras, etc).
Afirma Carlos Eroles que el trabajo
social es la IN – DISCIPLINA de las ciencias sociales, y cuenta para ello con
tres (3) dimensiones:
.- búsqueda (inter)disciplinaria de nuevos escenarios sociales
(familiares, comunitarios, culturales, etc.)
.-(inter)acción de actores en la búsqueda de nuevos modos
de articular las relaciones sociales desde la solidaridad y la identidad, desde
los derechos humanos.
.-Reflexión crítica de la práctica social concreta,
planteando la necesidad de contribuir al desarrollo del “otro poder”, el de
“los sin poder”.
Debemos adoptar un postura ética
otorgando contenido a nuestras intervenciones a partir de reconocer las causas
por las que cierto segmento de la población se halla en condiciones de
necesidad y asistencia. Instalar el sentido político de la profesión y de
nuestra intervención a partir de instalar el tema de los derechos humanos y del
acceso a ellos. Derechos de todas las personas entre las cuales también estamos
nosotros como ciudadanos y como profesionales.
La dignidad del trabajador social
en el marco de las ciencias sociales, es la praxis, es la intervención a partir
de la reflexión crítica, praxis con una direccionalidad política que apunta a
la transformación social. El eje de esa praxis deben ser los derechos humanos.
Para finalizar una reflexión de
Gustavo Parra “los profesionales del TS tenemos el compromiso y la
responsabilidad de construir nuestra práctica profesional sustentada en un
análisis critico de la realidad social en la cual intervenimos, en la
comprensión de la vida cotidiana de los sectores populares y promoviendo la
participación activa de estos sectores, en el compromiso ético-político de
nuestra práctica y en el desafío de construir una sociedad democrática.
Contribuyendo desde nuestra intervención a la consolidación de una ciudadanía
activa, a través de estrategias de acción viables asentadas en los valores
fundamentales del ser humano como sujeto histórico, social y político”.
Publicado
por Chavelaen 9:00:00 p. m.
http://chavelaatravesdelespejo.blogspot.pe/2012/06/trabajo-social-critico-y-reflexivo.html
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