FORO: 50 AÑOS DE LA
RECONCEPTUALIZACIÓN EN EL PERÚ
TESTIMONIO - Carmen Gálvez
Estimadas compañeras, colegas todas:
Para ordenar esta exposición testimonial
sobre mi experiencia profesional he
debido hacer un esfuerzo especial por situar mi propio quehacer en relación a los acontecimientos políticos
que ocurrían en América Latina y en el Perú en los años 60 y 70, lo mismo que
ubicar a la Universidad y al Trabajo Social en este contexto.
Agradezco por eso la invitación de CELATS
para formar parte de este panel. Participar en esta mesa me ha obligado a revisar y repasar muchas cosas vividas, a leer
documentos que tratan sobre el Trabajo Social, sobre la realidad de nuestro país
y de nuestra querida patria grande que es América Latina. En algunos casos he
debido consultar datos y fechas a algunos amigos y amigas, en fin, me he puesto
a trabajar sobre estos temas, el tiempo me ha quedado corto. He debido repasar acontecimientos y eventos que van
desde lo personal hasta lo profesional y político en mi prolongada experiencia
de trabajo.
Hay una coincidencia que debo precisar y
que se refiere a mi compromiso personal y político. La reconceptualización cumple 50 años, y estamos rememorando ese
acontecimiento. Hace poco, en 2015, el MIR,
la organización política en que milité en mis años mozos, conmemoraba también sus
50 años con una serie de actividades. Estos dos acontecimientos han marcado mi
vida personal y no puedo dejar de mencionarlos.
En estos días he repasado mi vida y he recordado con mucha
nitidez mi viaje a Cajamarca, a los 13 años de edad, cuando fui enviada por mi
madre para que conociera un poco de mundo. Mi destino fue una hacienda gigantesca
llamada Pallán, en la provincia de Celendín, de propiedad de las monjas Carmelitas,
que administraba la familia con la cual viajé entonces. El choque con aquella
realidad andina, con el mundo desconocido con que me encontré, me hizo cambiar definitivamente.
Mucho me ayudó una novela que mi hermano mayor me puso en la maleta y que fue
mi más cercana compañera de viaje, El
Mundo es Ancho y Ajeno.
Desde la ciudad de Celendín, recorrimos
las serranías durante 8 horas a caballo hasta llegar a la Casa Hacienda y todo
ese trayecto lo hicieron a pie, trotando descalzos, los “indiecitos”, que llevaban sobre sus espaldas los inmensos equipajes
de los “patrones”. Estuve allí los
tres meses de mis vacaciones escolares. Por el día veía con ojos asombrados los
usos y costumbres de la hacienda y en la noche los leía a hurtadillas en la
novela de Ciro Alegría. Esto despertó en mí una curiosidad y preocupación sin
límites por desentrañar la razón por la cual existían tan terribles desigualdades. Siempre he
llevado desde entonces en el corazón aquellas imágenes de la inhumana explotación que sufrían los
campesinos de Pallán.
Al escoger el Servicio Social como
profesión pensé que mi derrotero sería trabajar para que las cosas cambiaran en
nuestro país. No es de extrañar que las vueltas que ha dado mi vida desde
entonces me han ubicado en una y otra ocasión con el compromiso social a flor
de piel.
En esta ocasión, en el CELATS nos han
propuesto hablar de nuestra experiencia vinculada al movimiento de la reconceptualización. Es necesario
abordar esta experiencia partiendo de lo que ocurría por aquellos años (60-70)
en la realidad latinoamericana, en el país y en la universidad cuya experiencia
quiero repasar con ustedes, además de otras que en que me he visto involucrada
desde entonces.
1.-MARCO DE REFERENCIA INTERNACIONAL Y
NACIONAL
Me
permito sólo mencionar sin entrar en mayor análisis los principales
acontecimientos de aquellas décadas que conmovieron a amplios sectores de la
sociedad peruana.
En
los años 60, a nivel mundial se vivía un precario equilibrio entre los países
capitalistas liderados por Estados Unidos y el bloque socialista encabezado por la Unión
Soviética.
En el
plano internacional el punto de mayor confrontación fue la guerra del heroico pueblo
vietnamita, respaldado por China y la URSS, frente a la intervención militar
norteamericana. Esta intervención dio origen también a un amplio movimiento de
los países del llamado tercer mundo
y al movimiento internacional contra la guerra y en defensa de la paz.
En
América Latina, el triunfo de la Revolución Cubana y su definición socialista, repercutió
en el mundo entero y especialmente en América Latina. La imagen de los barbudos entrando
victoriosos a La Habana, el carisma y valentía de sus líderes, Fidel Castro, el
Che, Camilo Cienfuegos, alentaron las
luchas liberadoras en todo el sur de América.
En Chile,
en 1970, triunfó por la vía electoral la Unidad Popular, con el presidente
Salvador Allende. El 11 de setiembre del 73, tres años más tarde, fue asesinado
por el sangriento golpe de Pinochet. La dictadura fascista chilena dio inicio a
una serie de dictaduras militares reaccionarias en los principales países del
continente.
En
nuestro país, en los años 60 se radicalizaron
las luchas populares contra la gran propiedad latifundista y la oligarquía, por
la recuperación del petróleo y del cobre, por reformas democráticas y populares
al servicio de los más pobres. Entraron en escena el vigoroso movimiento campesino, la guerra de
guerrillas, los militares nacionalistas y la teología de la liberación.
Todos
estos procesos dieron origen en nuestro país y en el mundo a una coyuntura propicia
a los cambios. Inevitablemente este contexto tenía que influir en el campo
profesional de las ciencias sociales en general y del trabajo social en
particular.
2. MIS PRIMERAS EXPERIENCIAS
DE TRABAJO
En 1961
terminé mis estudios en la Escuela de Servicio Social, en aquella casona de la
cuadra 14 de la Av. Arequipa que funcionaba bajo la dirección de Gloria Abad y bajo la severa mirada de la Sra. de
Habich. Paralelamente a mis estudios participé activamente en el Movimiento
Social Progresista.
Desde
el 62 trabajé en Reforma Agraria (Cerro de Pasco) y en 1963 en Vivienda
(Chiclayo). En general el trabajo
profesional en ese entonces era de índole tradicional, asistencialista y limitado a
la atención individualizada. Ese año comencé
a militar en el MIR, en una época en que los jóvenes
soñábamos con la toma del poder por los pobres para cambiar nuestra sociedad.
El 64
me incorporo a la Oficina de Servicio Social de la UNI. En la UNI la situación fue
distinta a los anteriores centros de trabajo porque el movimiento estudiantil era
muy fuerte, dirigido por la izquierda y con presencia del MIR. La Oficina, dependiente de la Dirección de Bienestar, estaba
conformada por 7 asistentas sociales,
una en calidad de Jefa y las otras que tenían a su cargo la atención de los
estudiantes por facultades.
El
trabajo consistía en la atención de los
alumnos que solicitaban becas de estudios, de alimentación o de vivienda. Cada
caso se registraba en una ficha y éstas
se catalogaban en archivos de pasivos y
activos. La calificación se hacía inmediatamente después de una somera
entrevista y de la consabida visita domiciliaria. En las reuniones de trabajo
se aprobaban o desaprobaban los casos que luego la jefatura ratificaba o no a
nivel de la Dirección de Bienestar. Luego los resultados se publicaban en
listas pegadas en las pizarras informativas. No había posibilidad de reclamo en
ninguno de los niveles, por parte de la Asistenta Social ni de los alumnos. Se
atendían casos de salud en coordinación con el departamento médico de la UNI. Y poco más.
No se
veía la Universidad, sólo interesaba cumplir con tu cuota de atención diaria
para quedar bien con la jefatura. Los alumnos y alumnas solicitantes eran
tratados con cierta displicencia. Ocurría como en la mayoría de estos servicios
asistenciales, la gente acudía como a pedir un favor, una dádiva y trataban de
caer bien a las señoras y señoritas que calificaban o descartaban la ayuda. Se
establecía una relación formal, perversa diría a esta altura de los
acontecimientos, una relación impersonal no comprometida ni siquiera con el
individuo que aspiraba a merecer un apoyo.
Formé
parte de este grupo profesional aunque con mis propios compromisos políticos que
muy pronto me vincularon con el movimiento estudiantil. Entonces ya era
militante de base del MIR y responsable de algunas tareas específicas. A
mediados del 65 se produjo una gran redada contra nuestra organización, casi todos los
compañeros y compañeras de Lima caímos en prisión, pasé un año en la cárcel de
Chorrillos.
Al
regresar a la UNI, me reincorporé a mi puesto de trabajo en la oficina de Servicio
Social. Seguí cumpliendo puntualmente con
el mismo trabajo formal aunque en relación directa con el movimiento
estudiantil. Participaba en sus convocatorias y promovía desde allí la lucha
por los derechos humanos, en defensa de los presos políticos y
contra la pena de muerte que amenazaba a algunos de ellos, a través del Comité de Defensa de los Derechos Humanos
(CODDEH). En este Comité confluían
estudiantes de varias universidades y representantes de partidos políticos de
izquierda. Combinábamos esta labor con la denuncia de las atrocidades que
ocurrían en Vietnam.
Salí
con licencia de la Universidad en dos ocasiones, para viajar a Cuba y Europa en
una gira por los derechos humanos y,
posteriormente, a Chile para conocer de cerca la experiencia de la Unidad
Popular.
3.
CONTACTO CON LA
RECONCEPTUALIZACIÓN
La
situación de la Oficina siguió tal cual hasta el año 72, cuando me incorporo
plenamente a este servicio con el deseo
de romper la rutina y acriticidad del trabajo que realizábamos las Asistentas
Sociales. La opción de compromiso que
había tenido hasta entonces era personal
y derivada de mi militancia. Por vez primera me volqué al quehacer profesional.
Junto
con otras colegas de la Oficina, nos informamos del movimiento de
reconceptualización que estaba procesándose en la Universidad de San Marcos. Decidimos
vincularnos con docentes de esa universidad y varias profesoras de Trabajo
Social. Luego de exponerles la situación de la Oficina las invitamos a
visitarnos para exponer ante el grupo sobre el nuevo movimiento. Acudieron a
nuestro llamado dándonos charlas de información y de debate entre las colegas
que conformábamos el grupo de trabajo de la Oficina, que paulatinamente se
constituyó en un equipo de trabajo.
Fue
Estela Carbo la más comprometida de las docentes. Acudió a la UNI en reiteradas
oportunidades y nos puso al tanto de lo
que estaba ocurriendo en la Universidad, en qué consistía el movimiento, la
necesidad de cambiar la metodología de trabajo y de asumir un compromiso con el
destino del país y en particular de nuestro centro de trabajo. Recibimos con
entusiasmo estos nuevos planteamientos y por mi parte comprendí que esta
propuesta profesional calzaba con mi
quehacer militante.
Las
cosas comenzaron rápidamente a cambiar al interior de la Oficina produciéndose,
sin embargo, algunos matices entre las colegas. La jefa se comprometió con el
cambio pero algunas colegas mantuvieron una actitud pasiva, de perfil bajo,
casi desaparecidas del dial. Los cambios
en la Oficina se evidenciaron en aspectos muy concretos, significativos y
positivos:
a) Democratización del
funcionamiento interno de la Oficina, planes de estudio, reuniones de discusión
sobre el acontecer de la Universidad, reuniones de trabajo, inicio de un
trabajo de equipo. Se trababa de pensar en
la Universidad y participar en las luchas de los diferentes sectores de la
Comunidad Universitaria.
b) Vinculación con
docentes y estudiantes comprometidos en las luchas reivindicativas.
c) Vinculación
con los trabajadores no docentes, entonces representados por una Asociación,
participación en asambleas, en comisiones y en la dirección. Me correspondió
esta responsabilidad, asumiendo el cargo de Vice-presidenta de la Asociación,
al lado de un recordado luchador de esas épocas, el cc. Lorenzo Nima.
d) Coordinación
directa con el tercio estudiantil, participación de los estudiantes en la calificación
de las becas y elaboración de propuestas conjuntas hacia la dirección de
Bienestar.
4. DESPIDO Y LUCHA POR LA REPOSICIÓN
Durante
el período del rector Jorge Cabrera (72-76), la UNI vivió una situación de crisis por el
mal manejo administrativo y varios escándalos de corrupción que conmovieron a
la colectividad universitaria. En el año 76 vivíamos prácticamente un
desgobierno, frente a esta situación los tres estamentos, estudiantes, docentes
y no docentes, radicalizaron sus luchas e iniciaron una huelga. Plantearon la
necesidad de un diálogo con la autoridad pero ésta cerró las puertas a la negociación democrática.
Esta
situación tuvo un desenlace dramático. Las autoridades expulsaron a un grupo de
trabajadores no docentes, numerosos estudiantes y algunos profesores. Fuimos
despedidos 15 trabajadores, 6 hombres y 9 mujeres, 2 de ellas trabajadoras sociales.
Las colegas despedidas fueron Elena Caro, jefa de la Oficina, y yo.
Los
despedidos realizamos en los años siguientes una intensa lucha por la reposición, con el
apoyo de los trabajadores de la UNI y los de otras universidades y sus sindicatos. En todo momento contamos con el apoyo y la
solidaridad del Sindicato de Trabajadores (SUTUNI), que lideraba nuestra colega
Sonia Cuentas. En este período realicé también otras experiencias de trabajo en
organizaciones privadas como Traperos de Emaús y Tierra de Hombres – Suiza, que
proporcionan servicios de acogimiento a personas necesitadas y guarderías
infantiles en barrios pobres. Estas experiencias fueron el punto de partida de mi
compromiso con el trabajo barrial en Comas.
En
1978, logramos la reposición de los trabajadores despedidos, que somos enviados
a distintas universidades (Villarreal,
San Marcos). En San Marcos, donde nos
tocó ir a Elena Caro y a mí, luego de
ser rechazadas por sectores apristas de la Villarreal, propusimos que la
universidad destinara a una trabajadora social como encargada de la atención a
los trabajadores no docentes. Me tocó ocupar ese cargo y pude apoyar la formación
de dos colectivos de trabajadores que sufrían TBC y a un grupo de alcohólicos, con los que realizamos
talleres de reconocimiento de sus enfermedades y de apoyo mutuo para enfrentar sus problemas.
La
más importante experiencia en San Marcos fue que las 2 colegas que proveníamos
de la UNI fuimos nombradas integrantes de la Comisión Reorganizadora de la
Dirección de Bienestar Social, como representantes de los trabajadores no
docentes.
Recién
conseguimos regresar a la UNI en 1983, durante el rectorado de José Ignacio
López Soria, quien decretó una amnistía para todos los expulsados y despedidos.
Me trasladaron a la Dirección de Proyección Social, en donde trabajé un año,
impulsando la firma de convenios de la UNI con los municipios cercanos del Cono
Norte, para el desarrollo de acciones de cooperación al desarrollo.
En
este período, apoyé a la Secretaría de Asuntos Femeninos de la CGTP, acompañando
a Sonia Cuentas, que había asumido esta importante responsabilidad nacional. En
1984, dejo voluntariamente mi trabajo en la UNI para abocarme a trabajar en
Comas a través de la ONGD Taller de
Capacitación Popular Micaela Bastidas.
5.
LA EXPERIENCIA EN “TIERRA DE
HOMBRES”
Esta
experiencia se produjo entre 1977 y 1979, en el interín del despido de la UNI. Me
encuentro con una institución en proceso de cambio, se me encargó trabajar en
el reparto de víveres que la entidad recibía de CÁRITAS. A los pocos meses de
realizar este trabajo limitadamente asistencial, luego de un estudio del perfil
de los usuarios, preparé una propuesta de cierre de este programa en base a una
alternativa de brindar capitales para pequeños
emprendimientos. Fue un trabajo arduo, difícil y en solitario, pero se logró
eliminar esta modalidad de trabajo reorientando los casos hacia otros servicios
que mantenía la propia institución
La
ONG mantenía el apoyo logístico a 3 Guarderías Infantiles que funcionaban en
Comas, Pachacamac y San Genaro (Chorrillos). Me tocó hacer el trabajo que antes había cumplido la anterior trabajadora social: elaboración
de un fichero de los alumnos y alumnas usuarias de los servicios, entrevistas
personales con las familias, atención de casos y supervisión del trabajo administrativo.
En
una de estas guarderías, en la 6ª Zona de Collique, en Comas, logré promover el trabajo con las familias y
con la dirigencia barrial donde estaba
ubicado este centro pre-escolar. En realidad era el único servicio en la
localidad y tenía un papel gravitante en
una población de 300 familias aproximadamente.
Hicimos
una propuesta a TdH para replantear el trabajo con las madres y padres de
familia y de compromiso con la respectiva directiva barrial por el mejoramiento de condiciones en su
centro escolar y de su entorno. Iniciamos el trabajo de promoción de actividades manuales y de
talleres de capacitación con las madres de familia. Con ellas iniciamos también
talleres de capacitación sobre sus derechos como mujeres (alfabetización,
salud, ciudadanía). Algunas madres eran invitadas como delegadas de la Guardería
a las reuniones de la Junta Directiva, que se realizaban en el mismo local. Todo
esto además de cumplir con las tareas especificas de la trabajadora social pero
con un nuevo método, el estudio de los “casos” a través de una comisión de
madres.
En
esa época la estabilidad laboral se lograba a los 3 años de trabajo. Tenía yo 2
años y 6 meses y sin mediar explicación alguna fui despedida por apartarme de
la política institucional, que consistía en apoyar a los niños y las mujeres
exclusivamente dentro de la guardería. La metodología propuesta por mi parte fue
demasiado “política”.
6. El
TALLER DE CAPACITACION POPULAR MICAELA BASTIDAS
El
abrupto despido de TdH nos obligó a mí y al pequeño equipo de alumnas
practicantes que trabajaba en Collique a mantener nuestro apoyo a las madres de
familia con nuestro trabajo voluntario y comprometido. De estos esfuerzos surge
la asociación Taller de Capacitación Popular Micaela Bastidas, nombre que surge
de las propias mujeres. Es a esta entidad
a la que me incorporo plenamente cuando renuncio a la UNI en 1984.
El
compromiso directo del Taller fue con las organizaciones sociales de base de
Comas, principalmente de mujeres, contribuyendo activamente a la formación de
líderes, construcción de organizaciones y centralización de las mismas, para su
participación social y política. Se
lograron avances muy importantes, hasta la época del gobierno de Fujimori, en
la que este movimiento fue derrotado en un contexto caracterizado por la violencia interna, las
políticas de clientelaje de la dictadura y la ofensiva neoliberal.
El
Taller Micaela Bastidas entre los años 1982 y 1993 logró impulsar un trabajo
participativo muy amplio en Comas y en el Cono Sur San Juan de Miraflores, en 3
líneas básicas:
1) Mujer
2) Salud
3) Micro y pequeña empresa
Desde
el 2000, el Taller toma el nombre de Asociación Pro Desarrollo Humano. En
esta etapa el eje de trabajo ha sido sobre todo derechos de la mujer y
erradicación de la violencia de género. Se han desarrollado valiosas
experiencias de articulación de las organizaciones sociales de base de mujeres
y vecinales para enfrentar el problema de la violencia. También se ha impulsado
un sistema de información a nivel de Comas y de Lima Norte, y una red
interinstitucional contra la violencia de género. Durante más de 10 años se
logró mantener en funcionamiento una Casa de Acogida para la recuperación de
las víctimas.
En
esta etapa tuvo buen resultado el trabajo con promotoras sociales y delegadas
de las organizaciones a quienes luego de capacitar incorporamos al trabajo. Lo mismo la
coordinación con las instituciones de la localidad con muchas de las
cuales mantuvimos convenios de trabajo
conjunto.
Nuestra
metodología de trabajo en estos espacios se basó en una concepción dialéctica
del conocimiento, en las propuestas del movimiento de la reconceptualización y en
la concepción de Paulo Freire y su
planteamiento de la Educación Popular.
La
propuesta de Ver, Juzgar, Actuar, el método de reconocimiento de la realidad local con los propios actores,
junto con ellos, la participación viva de las mujeres y hombres en nuestras propuestas
de trabajo y nuestra asimilación a sus programas y luchas, ha sido una
constante en estas experiencias de trabajo.
Así
mismo, los métodos, las técnicas que hemos utilizado, el taller como técnica de
capacitación, los talleres para la planificación estratégica participativa y la
formación de líderes y promotoras sociales para abordar la realidad local y
nacional, ha sido una constante en la acción social desarrollada en este
espacio de trabajo. Igualmente el acompañamiento a organizaciones sociales de
segundo nivel, centrales, coordinadoras distritales, la organización de
defensorías populares, el trabajo en red, entre otras, han sido los medios
utilizados para impulsar el trabajo participativo a través de APDH y con la
propuesta de involucrar a estas
organizaciones en un proyecto local y mirando al país.
La
Educación Popular se proponía como un nivel político del trabajo educativo con
los sectores pobres. Partía de valorar los conocimientos del propio pueblo en
su lucha por defender sus derechos y
liberarse de la opresión. Su objetivo fundamental era construir un
sujeto social, el pueblo organizado, para cambiar la realidad.
7.
PALABRAS FINALES
A lo
largo de mi vida profesional creo que es evidente que han sido fundamentales el
compromiso social y político, así como la influencia de la propuesta de la reconceptualización,
como estímulos para la práctica de una profesión que enfrenta las
contradicciones de nuestra realidad social y las consecuencias del capitalismo
en nuestro contexto histórico.
Aunque
en estos 50 años muchas cosas han cambiado, la verdad es que lo esencial del
capitalismo sigue imperando en nuestro país. El Perú se vende como una suerte
de “milagro económico” basado
primordialmente en la exportación de materias primas y en el bajo costo de la
mano de obra, el “cholo barato”. Las
consecuencias las tenemos a la vista: explotación, crecientes desigualdades,
pobreza, negación de derechos, corrupción, violencia…
Desde
esta experiencia, y a medio siglo del movimiento de la reconceptualización,
creo que es imprescindible seguir luchando porque nuestra profesión se mantenga
viva y alejada de la rutina burocrática. Como se señaló en el último Seminario Latinoamericano
de Escuelas de Trabajo Social realizado en México, en setiembre último, es
necesario por un lado “mantener un proceso constante de revisión
y recalificación de la profesión” y,
por otro, “vivir las rebeldías como en
el período de la reconceptualización”.
30 de
enero de 2016
Carmen
Gálvez
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