02 febrero 2016

Testimonio de Carmen Gávez

FORO: 50 AÑOS DE LA RECONCEPTUALIZACIÓN EN EL PERÚ

TESTIMONIO - Carmen Gálvez


Estimadas compañeras, colegas todas:

Para ordenar esta exposición testimonial sobre mi  experiencia profesional he debido hacer un esfuerzo especial por situar mi propio quehacer  en relación a los acontecimientos políticos que ocurrían en América Latina y en el Perú en los años 60 y 70, lo mismo que ubicar a la Universidad y al Trabajo Social en este contexto.

Agradezco por eso la invitación de CELATS para formar parte de este panel. Participar en esta mesa me ha obligado  a revisar y repasar muchas cosas vividas, a leer documentos que tratan sobre el Trabajo Social, sobre la realidad de nuestro país y de nuestra querida patria grande que es América Latina. En algunos casos he debido consultar datos y fechas a algunos amigos y amigas, en fin, me he puesto a trabajar sobre estos temas, el tiempo me ha quedado corto. He debido  repasar acontecimientos y eventos que van desde lo personal hasta lo profesional y político en mi prolongada experiencia de trabajo.

Hay una coincidencia que debo precisar y que se refiere a mi compromiso personal y político. La reconceptualización cumple 50 años, y estamos rememorando ese acontecimiento. Hace poco, en 2015, el MIR, la organización política en que milité en mis años mozos, conmemoraba también sus 50 años con una serie de actividades. Estos dos acontecimientos han marcado mi vida personal y no puedo dejar de mencionarlos.

En estos días  he repasado mi vida y he recordado con mucha nitidez mi viaje a Cajamarca, a los 13 años de edad, cuando fui enviada por mi madre para que conociera un poco de mundo. Mi destino fue una hacienda gigantesca llamada Pallán, en la provincia de Celendín, de propiedad de las monjas Carmelitas, que administraba la familia con la cual viajé entonces. El choque con aquella realidad andina, con el mundo desconocido con que me encontré, me hizo cambiar definitivamente. Mucho me ayudó una novela que mi hermano mayor me puso en la maleta y que fue mi más cercana compañera de viaje, El Mundo es Ancho y Ajeno.

Desde la ciudad de Celendín, recorrimos las serranías durante 8 horas a caballo hasta llegar a la Casa Hacienda y todo ese trayecto lo hicieron a pie, trotando descalzos, los “indiecitos”, que llevaban sobre sus espaldas los inmensos equipajes de los “patrones”. Estuve allí los tres meses de mis vacaciones escolares. Por el día veía con ojos asombrados los usos y costumbres de la hacienda y en la noche los leía a hurtadillas en la novela de Ciro Alegría. Esto despertó en mí una curiosidad y preocupación sin límites por desentrañar la razón por la cual existían  tan terribles desigualdades. Siempre he llevado desde entonces en el corazón aquellas imágenes de la  inhumana explotación que sufrían los campesinos de Pallán.

Al escoger el Servicio Social como profesión pensé que mi derrotero sería trabajar para que las cosas cambiaran en nuestro país. No es de extrañar que las vueltas que ha dado mi vida desde entonces me han ubicado en una y otra ocasión con el compromiso social a flor de piel.

En esta ocasión, en el CELATS nos han propuesto hablar de nuestra experiencia vinculada al movimiento de la reconceptualización. Es necesario abordar esta experiencia partiendo de lo que ocurría por aquellos años (60-70) en la realidad latinoamericana, en el país y en la universidad cuya experiencia quiero repasar con ustedes, además de otras que en que me he visto involucrada desde entonces.

1.-MARCO DE REFERENCIA INTERNACIONAL Y NACIONAL
Me permito sólo mencionar sin entrar en mayor análisis los principales acontecimientos de aquellas décadas que conmovieron a amplios sectores de la sociedad peruana.
En los años 60, a nivel mundial se vivía un precario equilibrio entre los países capitalistas liderados por Estados Unidos y  el bloque socialista encabezado por la Unión Soviética.
En el plano internacional el punto de mayor confrontación fue la guerra del heroico pueblo vietnamita, respaldado por China y la URSS, frente a la intervención militar norteamericana. Esta intervención dio origen también a un amplio movimiento de los países del llamado tercer mundo y al movimiento internacional contra la guerra y en defensa de la paz.
En América Latina, el triunfo de la Revolución Cubana y su definición socialista, repercutió en el mundo entero y especialmente en América Latina.  La imagen de los barbudos  entrando victoriosos a La Habana, el carisma y valentía de sus líderes, Fidel Castro, el Che, Camilo Cienfuegos, alentaron  las luchas liberadoras en  todo  el sur de América.
En Chile, en 1970, triunfó por la vía electoral la Unidad Popular, con el presidente Salvador Allende. El 11 de setiembre del 73, tres años más tarde, fue asesinado por el sangriento golpe de Pinochet. La dictadura fascista chilena dio inicio a una serie de dictaduras militares reaccionarias en los principales países del continente.
En nuestro país, en los años 60  se radicalizaron las luchas populares contra la gran propiedad latifundista y la oligarquía, por la recuperación del petróleo y del cobre, por reformas democráticas y populares al servicio de los más pobres. Entraron en escena el vigoroso movimiento campesino, la guerra de guerrillas, los militares nacionalistas y la teología de la liberación.
Todos estos procesos dieron origen en nuestro país y en el mundo a una coyuntura propicia a los cambios. Inevitablemente este contexto tenía que influir en el campo profesional de las ciencias sociales en general y del trabajo social en particular.

2.     MIS PRIMERAS EXPERIENCIAS  DE TRABAJO 
En 1961 terminé mis estudios en la Escuela de Servicio Social, en aquella casona de la cuadra 14 de la Av. Arequipa que funcionaba bajo la dirección de Gloria  Abad y bajo la severa mirada de la Sra. de Habich. Paralelamente a mis estudios participé activamente en el Movimiento Social Progresista.
Desde el 62 trabajé en Reforma Agraria (Cerro de Pasco) y en 1963 en Vivienda (Chiclayo).  En general el trabajo profesional en ese entonces era de índole     tradicional, asistencialista y limitado a la  atención individualizada. Ese año comencé a  militar  en el MIR, en una época en que los jóvenes soñábamos con la toma del poder por los pobres para cambiar nuestra sociedad.  
El 64 me incorporo a la Oficina de Servicio Social de la UNI. En la UNI la situación fue distinta a los anteriores centros de trabajo porque el movimiento estudiantil era muy fuerte, dirigido por la izquierda y con presencia del MIR. La Oficina,  dependiente de la Dirección de Bienestar, estaba conformada por 7  asistentas sociales, una en calidad de Jefa y las otras que tenían a su cargo la atención de los estudiantes  por facultades.
El trabajo  consistía en la atención de los alumnos que solicitaban becas de estudios, de alimentación o de vivienda. Cada caso se registraba en una  ficha y éstas se catalogaban en archivos de  pasivos y activos. La calificación se hacía inmediatamente después de una somera entrevista y de la consabida visita domiciliaria. En las reuniones de trabajo se aprobaban o desaprobaban los casos que luego la jefatura ratificaba o no a nivel de la Dirección de Bienestar. Luego los resultados se publicaban en listas pegadas en las pizarras informativas. No había posibilidad de reclamo en ninguno de los niveles, por parte de la Asistenta Social ni de los alumnos. Se atendían casos de salud en coordinación con el departamento médico de la UNI.  Y poco más.
No se veía la Universidad, sólo interesaba cumplir con tu cuota de atención diaria para quedar bien con la jefatura. Los alumnos y alumnas solicitantes eran tratados con cierta displicencia. Ocurría como en la mayoría de estos servicios asistenciales, la gente acudía como a pedir un favor, una dádiva y trataban de caer bien a las señoras y señoritas que calificaban o descartaban la ayuda. Se establecía una relación formal, perversa diría a esta altura de los acontecimientos, una relación impersonal no comprometida ni siquiera con el individuo que aspiraba a merecer un apoyo.
Formé parte de este grupo profesional aunque con mis propios compromisos políticos que muy pronto me vincularon con el movimiento estudiantil. Entonces ya era militante de base del MIR y responsable de algunas tareas específicas. A mediados del 65 se produjo una gran redada contra  nuestra organización, casi todos los compañeros y compañeras de Lima caímos en prisión, pasé un año en la cárcel de Chorrillos.
Al regresar a la UNI, me reincorporé a mi puesto de trabajo en la oficina de Servicio Social.  Seguí cumpliendo puntualmente con el mismo trabajo formal aunque en relación directa con el movimiento estudiantil. Participaba en sus convocatorias y promovía desde allí la lucha por los derechos humanos, en defensa de los presos políticos  y  contra la pena de muerte que amenazaba a algunos de ellos, a través del Comité de Defensa de los Derechos Humanos (CODDEH).  En este Comité confluían estudiantes de varias universidades y representantes de partidos políticos de izquierda. Combinábamos esta labor con la denuncia de las atrocidades que ocurrían en Vietnam.
Salí con licencia de la Universidad en dos ocasiones, para viajar a Cuba y Europa en  una gira por los derechos humanos y, posteriormente, a Chile para conocer de cerca la experiencia de la Unidad Popular.

3.     CONTACTO  CON LA RECONCEPTUALIZACIÓN
La situación de la Oficina siguió tal cual hasta el año 72, cuando me incorporo plenamente a este servicio  con el deseo de romper la rutina y acriticidad del trabajo que realizábamos las Asistentas Sociales. La  opción de compromiso que había tenido  hasta entonces era personal y derivada de mi militancia. Por vez primera me volqué al quehacer profesional.
Junto con otras colegas de la Oficina, nos informamos del movimiento de reconceptualización que estaba procesándose en la Universidad de San Marcos. Decidimos vincularnos con docentes de esa universidad y varias profesoras de Trabajo Social. Luego de exponerles la situación de la Oficina las invitamos a visitarnos para exponer ante el grupo sobre el nuevo movimiento. Acudieron a nuestro llamado dándonos charlas de información y de debate entre las colegas que conformábamos el grupo de trabajo de la Oficina, que paulatinamente se constituyó en un equipo de trabajo.
Fue Estela Carbo la más comprometida de las docentes. Acudió a la UNI en reiteradas  oportunidades y nos puso al tanto de lo que estaba ocurriendo en la Universidad, en qué consistía el movimiento, la necesidad de cambiar la metodología de trabajo y de asumir un compromiso con el destino del país y en particular de nuestro centro de trabajo. Recibimos con entusiasmo estos nuevos planteamientos y por mi parte comprendí que esta propuesta profesional  calzaba con mi quehacer militante.
Las cosas comenzaron rápidamente a cambiar al interior de la Oficina produciéndose, sin embargo, algunos matices entre las colegas. La jefa se comprometió con el cambio pero algunas colegas mantuvieron una actitud pasiva, de perfil bajo, casi desaparecidas del dial.  Los cambios en la Oficina se evidenciaron en aspectos muy concretos, significativos y positivos:                               
a)    Democratización del funcionamiento interno de la Oficina, planes de estudio, reuniones de discusión sobre el acontecer de la Universidad, reuniones de trabajo, inicio de un trabajo de equipo. Se trababa de pensar  en la Universidad y participar en las luchas de los diferentes sectores de la Comunidad Universitaria.
b)   Vinculación con docentes y estudiantes comprometidos en las luchas reivindicativas.
c)    Vinculación con los trabajadores no docentes, entonces representados por una Asociación, participación en asambleas, en comisiones y en la dirección. Me correspondió esta responsabilidad, asumiendo el cargo de Vice-presidenta de la Asociación, al lado de un recordado luchador de esas épocas, el cc. Lorenzo Nima.
d)   Coordinación directa con el tercio estudiantil, participación de los estudiantes en la calificación de las becas y elaboración de propuestas conjuntas hacia la dirección de Bienestar.

4.       DESPIDO Y LUCHA POR LA REPOSICIÓN
Durante el período del rector Jorge Cabrera (72-76),  la UNI vivió una situación de crisis por el mal manejo administrativo y varios escándalos de corrupción que conmovieron a la colectividad universitaria. En el año 76 vivíamos prácticamente un desgobierno, frente a esta situación los tres estamentos, estudiantes, docentes y no docentes, radicalizaron sus luchas e iniciaron una huelga. Plantearon la necesidad de un diálogo con la autoridad pero ésta cerró  las puertas a la negociación democrática.
Esta situación tuvo un desenlace dramático. Las autoridades expulsaron a un grupo de trabajadores no docentes, numerosos estudiantes y algunos profesores. Fuimos despedidos 15 trabajadores, 6 hombres y 9 mujeres, 2 de ellas trabajadoras sociales. Las colegas despedidas fueron Elena Caro, jefa de la Oficina, y yo.   
Los despedidos realizamos en los años siguientes  una intensa lucha por la reposición, con el apoyo de los trabajadores de la UNI y los de otras universidades  y sus sindicatos.  En todo momento contamos con el apoyo y la solidaridad del Sindicato de Trabajadores (SUTUNI), que lideraba nuestra colega Sonia Cuentas. En este período realicé también otras experiencias de trabajo en organizaciones privadas como Traperos de Emaús y Tierra de Hombres – Suiza, que proporcionan servicios de acogimiento a personas necesitadas y guarderías infantiles en barrios pobres. Estas experiencias fueron el punto de partida de mi compromiso con el trabajo barrial en Comas.
En 1978, logramos la reposición de los trabajadores despedidos, que somos enviados  a distintas universidades (Villarreal, San Marcos). En  San Marcos, donde nos tocó ir  a Elena Caro y a mí, luego de ser rechazadas por sectores apristas de la Villarreal, propusimos que la universidad destinara a una trabajadora social como encargada de la atención a los trabajadores no docentes. Me tocó ocupar ese cargo y pude apoyar la formación de dos colectivos de trabajadores que sufrían TBC y a  un grupo de alcohólicos, con los que realizamos talleres de reconocimiento de sus enfermedades y de apoyo mutuo para  enfrentar sus problemas.
La más importante experiencia en San Marcos fue que las 2 colegas que proveníamos de la UNI fuimos nombradas integrantes de la Comisión Reorganizadora de la Dirección de Bienestar Social, como representantes de los trabajadores no docentes.
Recién conseguimos regresar a la UNI en 1983, durante el rectorado de José Ignacio López Soria, quien decretó una amnistía para todos los expulsados y despedidos. Me trasladaron a la Dirección de Proyección Social, en donde trabajé un año, impulsando la firma de convenios de la UNI con los municipios cercanos del Cono Norte, para el desarrollo de acciones de cooperación al desarrollo.
En este período, apoyé a la Secretaría de Asuntos Femeninos de la CGTP, acompañando a Sonia Cuentas, que había asumido esta importante responsabilidad nacional. En 1984, dejo voluntariamente mi trabajo en la UNI para abocarme a trabajar en Comas a través de la ONGD Taller de Capacitación Popular Micaela Bastidas.

5.     LA EXPERIENCIA  EN “TIERRA DE HOMBRES”
Esta experiencia se produjo entre 1977 y 1979, en el interín del despido de la UNI. Me encuentro con una institución en proceso de cambio, se me encargó trabajar en el reparto de víveres que la entidad recibía de CÁRITAS. A los pocos meses de realizar este trabajo limitadamente asistencial, luego de un estudio del perfil de los usuarios, preparé una propuesta de cierre de este programa en base a una alternativa de brindar  capitales para pequeños emprendimientos. Fue un trabajo arduo, difícil y en solitario, pero se logró eliminar esta modalidad de trabajo reorientando los casos hacia otros servicios que mantenía la propia institución
La ONG mantenía el apoyo logístico a 3 Guarderías Infantiles que funcionaban en Comas, Pachacamac y San Genaro (Chorrillos). Me tocó  hacer el trabajo que  antes había cumplido  la anterior trabajadora social: elaboración de un fichero de los alumnos y alumnas usuarias de los servicios, entrevistas personales con las familias, atención de casos y supervisión del trabajo administrativo.
En una de estas guarderías, en la 6ª Zona de Collique, en Comas,  logré promover el trabajo con las familias y con la dirigencia barrial  donde estaba ubicado este centro pre-escolar. En realidad era el único servicio en la localidad  y tenía un papel gravitante en una población de 300 familias aproximadamente.
Hicimos una propuesta a TdH para replantear el trabajo con las madres y padres de familia y de compromiso con la respectiva directiva barrial  por el mejoramiento de condiciones en su centro escolar y de su entorno. Iniciamos el trabajo  de promoción de actividades manuales y de talleres de capacitación con las madres de familia. Con ellas iniciamos también talleres de capacitación sobre sus derechos como mujeres (alfabetización, salud, ciudadanía). Algunas madres eran invitadas como delegadas de la Guardería a las reuniones de la Junta Directiva, que se realizaban en el mismo local. Todo esto además de cumplir con las tareas especificas de la trabajadora social pero con un nuevo método, el estudio de los “casos” a través de una comisión de madres.
En esa época la estabilidad laboral se lograba a los 3 años de trabajo. Tenía yo 2 años y 6 meses y sin mediar explicación alguna fui despedida por apartarme de la política institucional, que consistía en apoyar a los niños y las mujeres exclusivamente dentro de la guardería. La metodología propuesta por mi parte fue demasiado “política”.

6.    El TALLER DE CAPACITACION POPULAR MICAELA BASTIDAS
El abrupto despido de TdH nos obligó a mí y al pequeño equipo de alumnas practicantes que trabajaba en Collique a mantener nuestro apoyo a las madres de familia con nuestro trabajo voluntario y comprometido. De estos esfuerzos surge la asociación Taller de Capacitación Popular Micaela Bastidas, nombre que surge de las propias mujeres.  Es a esta entidad a la que me incorporo plenamente cuando renuncio a la UNI en 1984.
El compromiso directo del Taller fue con las organizaciones sociales de base de Comas, principalmente de mujeres, contribuyendo activamente a la formación de líderes, construcción de organizaciones y centralización de las mismas, para su participación social y política.  Se lograron avances muy importantes, hasta la época del gobierno de Fujimori, en la que este movimiento fue derrotado en un contexto  caracterizado por la violencia interna, las políticas de clientelaje de la dictadura y la ofensiva neoliberal.
El Taller Micaela Bastidas entre los años 1982 y 1993 logró impulsar un trabajo participativo muy amplio en Comas y en el Cono Sur San Juan de Miraflores, en 3 líneas básicas:
1)   Mujer
2)    Salud
3)    Micro y pequeña empresa
Desde el 2000,  el Taller toma el nombre de Asociación Pro Desarrollo Humano. En esta etapa el eje de trabajo ha sido sobre todo derechos de la mujer y erradicación de la violencia de género. Se han desarrollado valiosas experiencias de articulación de las organizaciones sociales de base de mujeres y vecinales para enfrentar el problema de la violencia. También se ha impulsado un sistema de información a nivel de Comas y de Lima Norte, y una red interinstitucional contra la violencia de género. Durante más de 10 años se logró mantener en funcionamiento una Casa de Acogida para la recuperación de las víctimas.
En esta etapa tuvo buen resultado el trabajo con promotoras sociales y delegadas de las organizaciones a quienes luego de capacitar  incorporamos al trabajo. Lo mismo la coordinación con las instituciones de la localidad con muchas de las cuales  mantuvimos convenios de trabajo conjunto.
Nuestra metodología de trabajo en estos espacios se basó en una concepción dialéctica del conocimiento, en las propuestas del movimiento de la reconceptualización y en la concepción de Paulo Freire y  su planteamiento de la Educación Popular.
La propuesta de Ver, Juzgar, Actuar, el método de reconocimiento de  la realidad local con los propios actores, junto con ellos, la participación viva de las mujeres y hombres en nuestras propuestas de trabajo y nuestra asimilación a sus programas y luchas, ha sido una constante en estas experiencias de trabajo.
Así mismo, los métodos, las técnicas que hemos utilizado, el taller como técnica de capacitación, los talleres para la planificación estratégica participativa y la formación de líderes y promotoras sociales para abordar la realidad local y nacional, ha sido una constante en la acción social desarrollada en este espacio de trabajo. Igualmente el acompañamiento a organizaciones sociales de segundo nivel, centrales, coordinadoras distritales, la organización de defensorías populares, el trabajo en red, entre otras, han sido los medios utilizados para impulsar el trabajo participativo a través de APDH y con la propuesta de  involucrar a estas organizaciones en un proyecto local y mirando al país.
La Educación Popular se proponía como un nivel político del trabajo educativo con los sectores pobres. Partía de valorar los conocimientos del propio pueblo en su lucha por defender sus derechos y  liberarse de la opresión. Su objetivo fundamental era construir un sujeto social, el pueblo organizado, para cambiar la realidad.

7.       PALABRAS FINALES
A lo largo de mi vida profesional creo que es evidente que han sido fundamentales el compromiso social y político, así como la influencia de la propuesta de la reconceptualización, como estímulos para la práctica de una profesión que enfrenta las contradicciones de nuestra realidad social y las consecuencias del capitalismo en nuestro contexto histórico.
Aunque en estos 50 años muchas cosas han cambiado, la verdad es que lo esencial del capitalismo sigue imperando en nuestro país. El Perú se vende como una suerte de “milagro económico” basado primordialmente en la exportación de materias primas y en el bajo costo de la mano de obra, el “cholo barato”. Las consecuencias las tenemos a la vista: explotación, crecientes desigualdades, pobreza, negación de derechos, corrupción, violencia…
Desde esta experiencia, y a medio siglo del movimiento de la reconceptualización, creo que es imprescindible seguir luchando porque nuestra profesión se mantenga viva y alejada de la rutina burocrática. Como se señaló en el último Seminario Latinoamericano de Escuelas de Trabajo Social realizado en México, en setiembre último, es necesario por un  lado “mantener un proceso constante de revisión y recalificación de la profesión”  y, por otro, “vivir las rebeldías como en el período de la reconceptualización”.
30 de enero de 2016

Carmen Gálvez

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